viernes, 26 de abril de 2013

EL GOCE DE LOS SENTIDOS




©Para este bosque una mirada observante de trescientos sesenta grados. Podría hacerles llegar la esencia de las cosas que me rodean en este momento si me lo propongo, para ello solo preciso cerrar los ojos de afuera para que puedan abrirse los del interior, los ojos y la voz calmada del interior. Diré para empezar que este bosque tiene un aspecto selvático y una umbrosa luz que opaca los claros y que tiene algo de atrayente, mucho, diría. Me encuentro aquí rodeada por toda esta biodiversidad y es sin duda el mejor lugar en donde podría estar. Mis pies están descalzados y bajo mis pasos la hojarasca cruje y también me humedece los tobillos. Por el efecto de mis pisadas asciende un intenso olor a hierba que pulveriza el ambiente, generando un micro clima olfativo que bulle en efervescencias. Por momentos me siento levemente mareada, embriagada. Avanzo con recreativa lentitud. Pero estos árboles hacen que me detenga, hay una necesidad de admirar sus lejanas copas.




¿Secuoyas? es curioso siempre quise ver una secuoya y ahora esta realidad me abruma. Son gigantescas flechas arrojadas desde lo celeste. Los inconmensurables brazos de Dios. Qué solemnidad la de esta contemplación. A contraluz sus frondas altísimas son esplendorosas nubes de color esmeralda, dicen que se necesitan a cinco hombres para rodear su tronco. Me parecen seres que rozan el umbral de la fantasía todas estas secuoyas. Y es que comienzan aquí mismo, se anclan al mismo suelo en que yo me desenvuelvo, pero luego se alzan y se alzan, en un empuje vital y distintivo para concluir en lejanía y distancia; fascinante. Hay que preguntarse por el pacto que han hecho estos árboles con la Física; capaces como son de sustentar toda esta verticalidad en una erectitud apabullante. Lejanas y distantes las secuoyas como los son los seres fabulosos de un bosque. Una secuoya puede elevarse por encima de los noventa metros sobre el suelo y prolongarse en el tiempo por espacio de más de mil años. Hay que fijarse allá arriba, una quiere saber qué sucederá allí, cuáles animales se harán con la bandera colonizadora de semejante altura; qué misterio. Ahora siento deseos de abrazar a una de ellas y permanecer en el abrazo por un rato. Tal vez su espíritu poderoso tenga algo de sabiduría que transferir a mi condición humana. Es especial y distinto a los otros este abrazo. El ancestro rodea el menudo de mi cuerpo y mis brazos son un pellizco cariñoso para el robusto de su tronco aquí abajo, apenas una caricia leve, el contacto de una pluma.
Desde hace un rato me inundan sin remedio los sonidos. Como cuchillos de mantequilla me taladran los tímpanos reverberando en una vorágine deseable. Ahora me detendré sobre ellos, permanezco a la espera de procesarlos. Los hay de todo tipo, estridentes, acompasados, repetitivos, graves, agudos. Son el producto de la actividad animal del bosque, aparecen y desaparecen en forma de ojillos vivaces, correteos a ras de suelo, breves batidas de alas, saltos magníficos, ululares incansables. Los avatares que la componen hacen de este conjunto sinfónico la orquesta mejor avenida que haya admirado hasta ahora. El mayor espectáculo del mundo.
Estoy pensando que este es un espacio espléndido para el discurrir de la vida en el indómito progreso. Así es en el modo en que se mire. Si se presta un poco de atención se entiende que cuantas necesidades tiene una criatura, le son satisfechas sin el menor agravio. Basta mirar alrededor. De una forma natural se da lo esencial, lo trascendental. Se sabe pulsando en el entorno el latido envolvente de un ser enorme y verde, húmedo y cálido, luminoso y sombrío, que desarrolla su semilla alentado por el beso del sol, del agua y de las sombras. La desarrolla y desarrolla, dígase un globo que se hincha por un influjo que es colosal.
Armonía; tiene en este lugar la armonía una definición clara y excelente. En este punto de la excursión he querido sentarme en uno de los claros entre la fronda. De una geometría circular es este rellano que me ha salido al paso. Resulta que me embargan sensaciones que abarcan un plano muy rico, que son llevadas ahí, al interior de mi pecho, por involucrarme en este bosque…Una cruzada sensorial en la que quiero desvirgar el secreto mejor guardado de este pulmón de Naturaleza. He entrelazado las piernas y bajo mis nalgas hormiguea la tierra roja y espesa. Permanezco quieta. No hay nada que hacer ni nada que decir. Tengo que permanecer quieta para comprender a este bosque. Estiro los dedos de una mano que se planta sobre el lecho terregoso como diminuta hoja de palmera. Esta mano que se aventura en el descubrimiento de lo oculto es igual a la de otro cualquiera y podría ser la de otro cualquiera. Ahora les contaré lo que ocurre…Antes tendrán que inspirar hondo…
Se conoce que en el intento de tomar el bosque, de digerirlo a pequeños y sorprendentes sorbos es él quien me ha tomado a mí. Y ahora aquí sentada soy el objeto complacido que recibe los honores propios de un anfitrión soberano. Comienzan así los primeros actos de la ceremonia. Ha desplegado todo el color en un brillante desfile que carece de gobierno. No obstante, es un caos controlado al que asisto fascinada.
Un ave del paraíso salido de la inmensa nube esmeralda allá arriba emprende en mi dirección un vuelo en picado que se distingue como la nebulosa postrera de un cometa. Al llegar a su destino me bordea unas cuantas veces como a una figurada almena y a continuación hace elevarse su plumaje multicolor dirigiéndose quien sabe a dónde...Pero no se hace esperar el segundo figurante. Como si de un espíritu blanquecino se tratara, la figura de un búho aparece en la escena. Cuando este animal ha desplegado sus alas, me ha parecido estar frente a dos cordilleras nevadas, inmensas por hermosas, pero la totalidad de su blancura se ha visto vulnerada por dos círculos oscuros y brillantes, enormes, que son sus ojos.


 



Qué extraordinario ave. Mientras tanto, —alentadas por la curiosidad que despierta la extraña visita—, se ha dejado ver el cobrizo pelaje de una pareja de ardillas, terminado en sendas colas infladas, semejantes a dos cosquilleantes plumeros y al que acompañan dos hocicos que incurren en un sinfín de mohínes. Todos estos animales son muy generosos, mi presencia no les cohíbe en lo más mínimo. Estáticos a cierta distancia, se han apostado un tímido cervato moteado tambaleante sobre sus patas de aguja y junto a él, custodiando su flaqueza, un enorme ciervo. La cornamenta de este no pasa desapercibida, se diría una maraña de ramas despobladas que se entrelazan y que se prestan recubiertas por un pelaje de terciopelo. Parece la estampa de un paraje otoñal suspendida sobre una cabeza hierática que me observe con rotundidad.
Estas artes escénicas tienen lugar en un escenario en donde impera el magnetismo. El lugar donde me he sentado, este claro entre el follaje descansado del asedio vertical y desde el que se levantan en prolífica congregación las cresterías de una comunidad de helechos está vestido con un cendal único. Y es que unos pocos rayos de luz cenital penetran por las ranuras de la arboleda para inferir en este punto de la hojarasca, envolviendo en un vaho de misterio y hechizo cuanto alcanzan…Flotando en los haces está detenida en el aire, en el tiempo, una miríada de minúsculos insectos que torna en polvo de estrellas. 
Me encuentro rendida ante tal cantidad de descubrimientos. Creo imposible dar cobijo a tantos. Quiero recostarme bajo este cenit y cerrar los ojos, quiero asimilar, dejar estallar en el interior toda la belleza. Más tarde, al abrirlos de nuevo, volveré a descubrirla.


Setefilla Almenara J.


Mejor con tu opinión, gracias.

10 comentarios:

  1. Perdóname por llenarte el blog de comentarios vacíos, ay..., no sé que hago. Me ha dejado tu bosque de las delicias atontao...

    ¡Sí, sí, yo también quiero! Aquí tienes mi mano, llévame contigo a visitar ese bosque. Venga, ya abro los ojos del interior para pulverizarme con su atmósfera, bullir en sus verdes efervescencias,sentirme abrazado por los inconmensurables brazos de Dios; que me traspasen sus cortantes cuchillos de mantequilla y saberme uno más con las criaturas que lo habitan.

    Qué delicioso viaje, niña; es como un cuento de la infancia; ésos que te hacían visitar por unos minutos inolvidables mundos maravillosos a los que siempre querías regresar. Yo quiero regresar siempre que pueda a tu bosque. Aquí están la paz y el equilibrio, dos conceptos que tanto echamos en falta en la vida actual.

    Es un gran trabajo, repleto de magníficas y poéticas descripciones que espero pronto puedan disfrutar muchos lectores; me considero afortunado por ser de los primeros en hacerlo.

    Tu sensibilidad y vida interior me cautivan; eres una mujer extraordinaria. Mi admiración y mi cariño para ti.
    Esteban.

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  2. Esteban ya te tengo de la mano. Te invito a venir cuantas veces necesites hallar tranquilidad, mi niño, esta es tu casa, tu bosque del sosiego, ven cuando quieras.

    Gracias por tan sentido y entrañable comentario. Me hace feliz saber que has disfrutado de unos minutos de evasión.

    El cariño y admiración son mutuos.

    Un abrazo fuerte, fuerte.

    Setefilla

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  3. Entre el texto y la música de fondo me has transportado a un mundo ideal: paz espiritual, reflexión, amor, equilibrio... todas esas cosas que no encontramos en la vida real, lamentablemente.
    Un beso enorme.
    HD

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    1. Humberto, resulta muy gratificante saber que este escrito ha cumplido el cometido para el que fue creado. Muchas gracias por tu comentario.

      Un saludo afectuoso.

      Sete

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  4. Estuve hace un par de años en el bosque de las sequoias y viví algunas de las sensaciones que mencionas, peromleyendo ésto sólo me queda mirada para ver como embelleces el lugar con tu presencia.

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  5. Carlos, esos bosques de secuoyas gigantes que hay a lo largo de la costa oeste de los EEUU deben ser, mágicos...
    Me gustaría tener la experiencia de visitar uno.

    Un saludo cariñoso.

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  6. Sete, he llegado a este bosque de tu mano y aquí me quedo.

    Gracias por el momento de felicidad plena del día.


    Besos, bonita

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    1. Te espero siempre, Lola.Gracias por emplear tu tiempo en leerme.

      Te quiere tu amiga Sete.

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  7. Ha sido verdaderamente una llàstima no haberme paseado muchas más veces por tu maravilloso log donde desarrollas unos escritos tan profundamente lindos como es este, un bosque de secuoyas embellecidos por tu hermosa pluma.
    Te pido mil disculpas, creo que no he sabido ver bien desde mi blog cuándo es que escribes algo en tu blog.
    Espero no perderme más tus joyas... mmm... yo sé que siempre voy medio perdido.
    Unos besos de todo corazón.

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    1. Muchas gracias por tan sentido comentario, amigo Gabriel. No debes disculparte, la presencia de los buenos poetas y las buenas personas como lo eres tú, son motivo de orgullo para este espacio. Te espero por aquí, regálame tu impresión siempre que lo desees.

      Un abrazo fuerte.

      Sete

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