Mamá María |
La primera carta de amor que yo recibiera nunca me la lanzó Toni, ¿qué tendríamos, nueve años? Durante el verano, solíamos juntarnos algunos niños de mi calle y colindantes y lanzarnos globos llenos de agua. Debió ser que Toni, viendo el buen tono con que acogía yo el impacto de goblo, resolvió cambiar una de las veces el globo por la bolita de papel, qué inteligente se mostró ahí el chiquillo. Enzarzada en el juego la recogí y desarrugué, pero resultó que en el centro del papelito decía "Te quiero". Desconozco si el crío previó mi reaccionaria timidez, que por entonces esta debía tener el tamaño de un edificio de tres plantas, o que a los nueve, el sentimiento del amor me quedaba grande en exceso. Lo cierto es que, miré a Toni y sentí tanto pudor que en un impulso inconsciente me hice la sueca para salir del atolladero. Pasados unos pocos años, durante la adolescencia, otro príncipe me enviaría cartas de amor desde Segovia. Eran maravillosas aquellas cartas, de emociones perfectas. En esa otra ocasión, y con las hormonas bulléndole a una, mi joven espíritu le correspondía con otras similares. Tal vez, mi apego a las cartas, notas de amor, provenga de antiguo, de seguro a consecuencia de aquél episodio de dos chiquillos chorreando agua. Me apena que no se escriban cartas de amor en los días que corren. A decir verdad me consta que se escriben, pero su ejercicio ha menguado sustancialmente. Se prefiere el correo electrónico que viene a producir el mismo efecto en el destinatario, creemos. Pero no alcanza el email a trascender, su propia naturaleza lo aboca a la eliminación, a no perdurar. Por contra, vean las letras de puño sujetas con mimo al seno del papel, sus pés ladeadas, sus gés de gran cabeza, sus eles en sesgo, pongan en valor qué tanto se ha apretado la mina en esta o aquella otra palabra, o se ha inclinado o ascendido el renglón. Se averigua en la escritura de puño el pálpito y pulsión de su acreedor. Y así, lee una un "te quiero" grafiado y, nerviosos, mis dedos, se mueven hacia el cielo imitando tijeras. No falta quien menoscaba las cartas de amor, quien se encuentra siempre en disposición de ridiculizar a quien las escribe,
pero, solo las criaturas que nunca escribieron cartas
de amor,
sí que son
ridículas.
Mejor con tu opinión.
Sete, no sé si el no escribir cartas de amor es de ridículos, pero lo que sí tengo claro es que es muy, pero que muy triste...
ResponderEliminarBESOS, GUAPA
bonita imagen...
ResponderEliminarCierto. Cuánto menos es triste, por ahí se empieza.
Besos, reina mora.
LAS CARTAS DE AMOR NUNCA SERÁN RIDÍCULAS, SINO EL AMOR TAMBIÉN.
ResponderEliminarBESOS
Exactamente eso es lo que expresa el poeta Fernando Pessoa en su poema.
EliminarGracias por venir Relthi.
Saludos
Sete
Es necesario escribir cartas de amor, ¿quién no lo hizo?, pero después de un tiempo y terminado el amor, sí, parecen ridículas... a mucha honra.
ResponderEliminarUn beso y gracias por tu visita.
HD
Jejeje sí, a mucha honra.
EliminarConsidérate bienvenido a este espacio, Humberto. Gracias por pasar.
Un saludo atento.
Setefilla
Pues para crear debate, yo diré que no. Todas las cartas de amor no son ridículas, y tristes tampoco. Habrá de todo, como en botica. Además te dejan recuerdos imborrables, como esa bola de papel cuadriculado rodando con un sentimiento infantil en su interior...
ResponderEliminarEsteban hay que ver el poema de Pessoa la que ha liado aquí, jajaja. Pues no amigo, no son ridículas, creo que el autor quiso decir que a los ojos de los demás, el amor nos vuelve ridículos.Está escrito en tono irónico, en mi opinión.
EliminarLee más abajo, que te lo pongo.
*Todas las cartas de amor son ridículas*
Fernando Pessoa, llamado Álvaro de Campos
Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
Quién me diera en el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).
Yo quiero ser una mujer ridiculizada por las emociones, quiero ser una ridícula escribidora de cartas-prosas de amor, y quiero sentarme ridículamente a leer cartas-prosas de amor que otros escriban, ficticias o reales, cuyos destinatarios existan o no, y así quiero que sea hasta el fin de mis días. (Ea)
Un abrazo fuerte, (espero que lo del piso haya ido bien)
Pienso que todo tiene puntos de vista múltiples. Yo comparto el punto de vista de Fernando Pessoa, por eso digo: "Mas vale ser ridículo por amar que por vivir en soledad".
ResponderEliminarSaludos. Soy nuevo.
Hola David, bienvenido al blog. Nadie escapa al ridículo, todos lo somos en algún momento, de modo que puestos a serlo, coincido contigo y comparto tu frase. Escribamos cartas de amor maravillosamente ridículas, o versos.
ResponderEliminarGracias por venir, espero que hayas encontrado cosas que te motiven a volver.
Saludos
Sete
Conservo unas cuantas... todo lo que se pierde nos empequeñece. Besos
ResponderEliminarSetefilla siempre me sorprendes. Aunque no lo parezca, soy muy romántica y, ciertamente, también echo en falta esas cartas... Gracias por recordarlas. Besos amiga.
ResponderEliminarQué suerte, oye. Yo no tengo ni idea de dónde están las mías, es lo que tiene mudarse tantas veces.
ResponderEliminarUn besote.
Te gusta la música y escribir, pues claro que eres romántica.
ResponderEliminarUn cálido abrazo, Anna.