domingo, 5 de junio de 2016

Construir una dama





 A mis sobrinas, Andrea, Patricia y Marta.




Tres de mis seres más queridos se encuentran en edades comprendidas entre los catorce y dieciséis años. Ellas, tres adolescentes revolucionadas como todas las demás por el fenómeno selfie, por estrenar ropa de continuo, enloquecidas por atraer la atención inestimable de sus amigas y de los chicos, naturalmente. Jóvenes, impulsivas y arrebatadas, aunque también conocedoras de que tener obligaciones le ayuda a uno a crecer, conscientes de que para salir adelante en la ESO es imprescindible hacer acopio de responsabilidad, esfuerzo constante y compromiso, a decir verdad cualquiera de ellas tres puede jactarse de cumplir con esas premisas.
Los adultos vivimos muy preocupados por lo que ocurrirá en el futuro, como si el futuro fuera nuestro y no un ente inasible, hay que ver qué pobres somos; por fortuna, a los adolescentes no les importa el futuro sino el aquí y ahora, viven con intensidad cada minuto de sus vidas, ojalá supieran cuan acertados están, entrever que, si se cuida la manera en que se percibe el presente, la idea de futuro nunca será un nubarrón sino cielo abierto.
Andrea, Patricia, Marta, qué bellas son, (habría que traer a los labios la palabra "bella" con más frecuencia y determinación, del mismo modo en que se traen a los labios otras que suenan mal y que incorporamos sin ridículo alguno a nuestro discurso). Decía que, a Andrea le sublima una belleza racial, de ojos oscuros y vivos, de interminables rizos color canela, Patricia es alta, tal vez ella crea que lo es demasiado para su edad, en una medida que capta la atención a veces sin quererlo, pero en realidad lo que tiene es una erecta elegancia que pasa el metro setenta, esbelta y proporcionada, de rostro redondeado como una luna joven, no tardará en darse cuenta de lo bonita que es, Marta tiene unos labios suculentos que combina de maravilla con una tez nívea, una expresión dulce en extremo y espesa melena negra.
Dama, dicen por ahí, es aquella que no desea muchos hombres a sus pies sino uno que esté a su altura, (hay a quien, de cortas miras, de miras en exceso rudimentarias, la idea de dama le conmina a gente cursi y a quien vive anclado en el pasado); dama y señora son la  misma plenitud, una mujer que salvaguarda unos cuantos valores inamovibles por fundamentales, a resguardo de tambaleantes modas que se hacen llamar progres (el progreso es un concepto tan denostado). Para desgracia suya, hay una masa de adolescentes que se quedarán en el camino, no hubo para ellas un tutor que se tomara nunca la molestia de advertirles que hay actitudes que no convienen, que llevar la ropa interior a la vista o intimar con cualquier desconocido no dice mucho a favor de uno, del mismo modo que ser irrespetuoso, o que tontear con sustancias nocivas será una tara en su felicidad. 
Me entusiasma tener la certeza de que en el seno de estas tres mujercitas subyace el aplomo de una dama en ciernes. Confieso que, como tía de ellas tres, orgullosa de serlo como estoy, me siento impulsada a mostrar a los internautas que asomen aquí unas fotografías suyas que ilustren estas líneas pero, a los cuarenta y uno, frente a la temeridad se impone la razón en la mayoría de ocasiones, gracias a dios; no les doy la brasa con eso de que nuestra imagen gráfica es un dato personal como lo es la dirección de casa, el número de carné o el de teléfono y que por lo tanto hay que ser cauto en el uso que se le da, para que ahora su tía, cegada por el egoísmo, sea quien les ningunee la privacidad.
Las señoras, las damas, se empiezan a construir a los catorce; ellas lo saben, me basta.



 
Mejor con tu opinión, gracias.

10 comentarios:

  1. El final es un aforismo magnífico. Un artículo lleno de razón y cariño. Besos

    ResponderEliminar
  2. Tienen mucho a su favor para convertirse en espléndidas damas, seguro que gozan de la protección y el cariño de una buena familia, y eso es fundamental.
    Muy acertadas tus reflexiones desde el cariño protector de tía orgullosa.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por dejarme tu comentario, José Luis.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Una alegría que pasaras y comentaras, amigo.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Tengo tres hijas y sé como se siente al verlas crecer. Qué bueno leer que se cobijan bajo una buena sombrilla.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  6. Bienvenido, Alonso, gracias por la visita.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  7. recuerdo mi tiempo después de leer mujercitas
    creé una obra de teatro
    en el fondo de la casa de mi amiga
    cobrando la entrada algunos centavos del valor y locuras con las cuales creábamos los dias

    ResponderEliminar
  8. Yo también me quedo con el aforismo final. Acertadísimo.

    ResponderEliminar
  9. Esa reflexión resume todo el texto. Te agradezco la visita y el comentario.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar