domingo, 9 de diciembre de 2012

CÓMO COCINAR GAZPACHO CON UN DESTORNILLADOR DE ESTRELLA MIENTRAS UN SURFISTA TE BAILA REGGAE








 I
         Justo antes de que mi amiga Carmen se mudara de piso dijo, "mira esta estantería, la de cosas que le cogen, es una pena no me quepa en el piso nuevo, ¿la quieres?". La puse en el cuarto de invitados. Claro que, quien dice cuarto de invitados dice cuarto de la ropa. Un invitado es una metáfora, un eufemismo a decir verdad. Se lo inventa una para poder soltar la ropa en su cuarto mientras se ausenta, y así poder hacer una maqueta textil de la torre de Pisa para luego multiplicarla por cinco. Montoncito doblado para colgar. Montoncito, este peor doblado, apto para plancha. Montoncito de ropa deportiva. Montoncito de ropa íntima. Montoncito de paños de cocina. Que esté un casco de bici sobre la estantería, compartiendo espacio con la enciclopedia Psicología para todos, regalo de Julia, que a su vez sostiene un destornillador de estrella, no Julia sino la enciclopedia, es algo factible. Dos compartimentos más allá la lámpara de sal que me regaló Lola, una que absorbe los iones negativos y que, por su enclave estratega, sirve de muro de contención para unos pocos libros. Véase lírica del Romántico, algo del Modernismo, uno que dice El cantar de Mío Cid, obra esta heredada y que no he leído, no hubo flechazo, a lo peor un volumen ilustrado de bricolaje para necios que en realidad es de autoayuda porque, cierto es que cuando se ilustra uno deja de ser necio, el manual de uso de la lavadora(?), o una ficha plastificada del año noventa y ocho, del ajoarriero pero a la extremeña. Recuerdo que casi las colecciono. Compré los fascículos número uno, diez y cuarenta y cinco. El número setenta y tres, Gazpacho a la vasca, lo reservé en el quiosco y nunca fui a por él, es de suponer que el quiosquero me tendría entre ceja y ceja por aquel entonces, así que procuré no volver por allí.

II

       El caso es que esta mañana me ha dado por ordenar la estantería y, echando un vistazo a las torres de los cedés, me he dado cuenta de que en un cedé cabe media vida en imágenes. En un futuro debiera leerse en mi epitafio, aquí yace Sete, tres cedés, o cinco, siete, con el fin de poner a quien mira en antecedentes. Han salido discos de partidos de fútbol por decenas, Almería uno-Córdoba tres, grabaciones de fútbol que tuvieron lugar por toda la geografía española y parte del extranjero. También música de todo tipo, estuve a punto del síncope cuando leo en uno, “Reggae Splash”, lo había perdido de vista y es uno de mis discos del buen rollito, me lo regaló la buena de Magda junto con uno de Kenny G. Este de reggae me lo pongo en el coche mientras conduzco hasta la playa, es un momento memorable. "No-womaaan-no-cry-say-say-no-woman-no-cryyy...", es de recibo mencionar que se trata de momentazos Thelma y Louise, antes de precipitarse estas barranco abajo, huelga decir.


III

       Ahora que miento el Reggae me acuerdo de ellos. Y cómo no acordarse, dios me bendiga la memoria selectiva, no recuerdo lo que cené anoche pero de ellos ya lo creo que me acuerdo. Cada día, con una puntualidad británica, salía a tomar el sol en mi minúscula terraza de aquel edificio isleño, entrañable. Se trataba de un inmueble de dos plantas, un aparta-hotel en origen, después vendido a particulares, y de cuyo mantenimiento, piscina y demás, se encargaba un chico llamado John Deere, (como el tractor). Tantas veces me dijera de qué país del África provenía, tantas veces lo olvidaba, tampoco él podía memorizar mi nombre. Como decía, yo, mis biquinis, y mis carnes paliduchas, las que trataba de ennegrecer con un tesón que después no se me ha visto, éramos inherentes al paisaje comunitario. Mi pequeño apartamento se situaba en la primera planta, y en la baja, en dónde antes estaba recepción, había una escuela de surf por cuya puerta escapada una bocanada de reggae a todo gas, colándose por las terrazas siempre abiertas de par en par, a los veintisiete grados de temperatura media canarios. Cuánto sex appeal junto, por allí desfilaban jóvenes de diferentes nacionalidades, pero no hay que llamarse a engaño, no eran sus idiomas lo que me provocaba el baile de pupilas. Honestamente, si hubieran sido mudos, todos mudos, los hubiera encontrado igual de atractivos. De piel muy bronceada, dentadura blanca y alineada, de tórax entrado en músculo ligeramente, aquellos cabellos rubios y largos hechos rastas algunos, el bañador de vivo estampado y resbalado un poco del trasero. Por lo demás, los muchachos portaban aquellas aparatosas tablas con tal desparpajo que parecía hubieran nacido con una bajo el brazo. En lo particular, no daba abasto a mirar el trasiego de unos y otros, resguardadas las formas de dama tirada al sol majorero y ajena al trajín surfero, por las gafas de sol benevolentes. A veces John en el ir y venir de sus quehaceres me sacaba de mis tribulaciones saludándome desde abajo con su acento de por ahí de África, "puenos tías", "hey Johnny". Y otras me tocaba a la puerta y me invitaba a arroz cocinado a lo afro. Persona encantadora Johnny, vitalista y solícito como pocos. "Muchas gracias, apañao', ¿sabes?, te cocinaría gazpacho pero a la vasca, de no ser porque no fui a recoger el fascículo setenta y tres, pero hombre, pasa, oye, ¿y de qué país dices que eres?


Sete 


Extraída de la red


Déjame tu opinión, gracias.

9 comentarios:

  1. Genial. Absolutamente.

    Un abrazo así de grande.

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    1. Oye granaíno,¿tú sabes hacer gazpacho, pero a la vasca...?

      Otro abrazo Juan.

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  2. jejeje me gusta esa cancion chistoso

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  3. Divertido, Sete, muy divertido...Ahora, después de escuchar hablar de John Deere entiendo algunas cosas...Jejeje.

    Besos y feliz semana.

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    1. No sé si preguntar que es lo que has entendido jajajaja!

      Gracias por dedicarme un ratito de tu tiempo, feliz semana para ti, guapa.

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    2. No, mejor no...jajajajaj

      Igual para ti, guapa..

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  4. ¡Vaya!, pero si no aparece el comentario que te dejé hace ya meses... Ya sabes, los duendes informáticos son unos desalmados...
    No recuerdo textualmente qué te escribí aquel día, pero seguro que hablaría del buen rollo que da leer este relato de comienzo y final humorístico con un extra autobiográfico, y además muy bien redactado. Perfecto para saber un poco más de ti, de tu cuarto de invitados/trastero/ropero, y de tus andanzas por el mundo. Muy simpático y cercano.
    Gracias, he vuelto a pasar unos minutos muy divertidos con su lectura.
    Besos fuertes.
    Esteban.

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    1. ¡Hey, Esteban, nada me gusta más que el hecho de que retoméis un trabajo antiguo! Este es un texto de buen rollo, simpático, cercano y sin más pretensiones, que de todo tiene que haber en la viña del señor.
      La agradecida soy yo y te sonrío, mucho.
      Sete

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