domingo, 31 de marzo de 2013

UNAS POCAS EMPANADILLAS, UN SOBERAO, UN NÍSPERO.

 


Casa de pueblo andaluz. Sebastián Guerrero Romero
Este óleo tiene un alto significado para mi familia. Se trata de la casa de mi abuela materna, Rosario, pintada por mi tío Sebastián. Esta casa grande y modesta, sitiada en el sevillano pueblo Fuentes de Andalucía,  ha sido objeto recreativo de mi infancia. Los domingos eran unos días festivos y diferentes a los del resto de la semana. Seguramente porque mis hermanos y yo subíamos al coche y emprendíamos un formidable viaje por carretera. Para unos niños como nosotros, durante aquel trayecto había mucho a dónde mirar. Vastas dehesas pajizas. Simpáticas comunidades de girasoles que se extendían hasta donde nos alcanzaba la vista. Desgreñados olivares fundidos con los terrones marronáceos. Tierras sembradas de alineadas matas que, si fijabas la vista en ellas te mareabas. Y si era primavera toda la margen de la carretera salpicada de amargos, amapolas y manzanillas. Pasado un rato llegábamos a Fuentes en donde esperaban por nosotros mi abuela Rosario, repetidos besos sonoros, y unas empanadillas típicas de Fuentes que celebrábamos cada vez como si fuera la primera. Se compraban para merendar en la confitería de la esquina, en la misma calle de mi abuela. Eran de masa consistente, rellenas de un azúcar grueso y cubiertas de pimentón, se te ponían las mejillas coloradísimas. De mi abuela he heredado el color del cabello, la tez y los ojos. En su casa, modelo de limpieza y orden,  había dos cosas capaces de modificarnos el ánimo a mi hermana y a mí. En una de las paredes del largo corredor, próxima al techo había una abertura cuadrangular y oscura, y al pie una escalera de madera apoyada y que conducía al soberao. Dado lo temerario de subir y bajar aquella larga escalera, mi madre, con el propósito de evitar que mi hermano Manuel se abriera el cráneo, de seguro inventaría que allí había ratas y bichos similares. Demasiado para los aprensivos espíritus de mi hermana y una servidora, de modo que mirábamos el agujero negro y nos moríamos de miedo. Luego para olvidarlo nos íbamos al patio trasero. Un pequeño lugar de luz y blancura. Una cal impoluta lo cubría todo, incluso el pozo y la parte baja del tronco de un níspero. Nada más llegar a la casa corríamos al patio a ver en qué estado andaba el árbol, si estaba en flor o ya tenía frutos verdes o maduros. Gran realismo para una pintura que me devuelve al pasado.  Un pasado en el que las cosas eran sencillas. Entonces los niños teníamos suficiente con las cosas sencillas.


Déjame tu opinión, gracias.

8 comentarios:

  1. Sete, que hermoso relato no has entregado, cargado de detalles, colores y hasta sabores. Ha sido un verdadero regalo el que compartas estos momentos cono los que te leemos. Ya voy a tener un año de haber visto de cerca la primavera en España y no sabes todos los recuerdos que se me han venido al leerte.( no veo el día de volver aunque este año me toca otros lugares)
    PD:
    Hermosa la luz que se filtra por la puerta en el oleo y se refleja en las baldosas
    Un abrazo fuerte

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    1. Hola colombiana;

      Todos los textos que aluden a la infancia nos hacen empatizar con el personaje protagonista, y así, retroceder a la nuestra propia, ¿no es esto maravilloso, amiga...?. Ha sido muy placentero y entrañable escribir estas líneas y contemplar de nuevo la casa de mi abuela, estoy loca por que lo lea mi hermana María José, jejeje. Sé que le va a hacer mucha ilusión.

      La primavera es una estación bellísima en cualquier lugar, también en España. Muchas gracias por venir, Susana.

      Fuerte abrazo

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  2. Arreglado el problema. Creo que era un fallo de los duendes de la informática; caprichosos ellos.

    Entrañable relato nos regalas en esta entrada, aderezado con las sensaciones irrepetibles de los recuerdos y descubrimientos de la infancia. Preciosa lectura.

    El cuadro es magnífico. Puedo verte correr con tus hermanos en el lienzo, y hasta resbalar y caer de culo en el brillante suelo de la entrada..., ése que tanto le ha gustado a nuestra amiga Susana.

    Un abrazo

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    1. Esteban, lo cierto es que esta fotografía del óleo, al igual que ocurre con las de la entrada anterior, no ofrece demasiada calidad, están trepidadas. Me hubiese gustado ofreceros algo más de nitidez, pero son las únicas que he encontrado en la red. Si visito a mi tío próximamente haré las mías propias y las sustituiré.Aún así, es suficiente para apreciar la belleza.Tengo grabada en la memoria esa solería morisca de la entrada, ¿bonita, verdad?.

      Besos de aquí a Madrid y volver.

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  3. Aquella infancia que un dia nos dejò. Que tiempos.

    un abrazo

    fus

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    1. Hola fus, encantada de recibirte;

      Maravillosa etapa la de la infancia, ¿verdad?.
      Visitaré tu lugar en breve. Gracias por venir.

      Saludos cordiales.

      Setefilla

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  4. Hola hermanita, me ha encantado tu relato maravillosamente.Estoy encantada de que hayas hecho referencia a esos momentos tan entrañables que recuerdo con dulzura.
    Un abrazo muy fuerte.
    Sigue escribiendo así.


    M.J.

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    1. Gracias bonita por animarte a comentar, qué lujo tenerte por aquí.



      Pd; Nuestro periplo a dos ruedas ha sido muy divertido jeje. Pese a haber sido atropellada por el coche y terminar achicharrada, ha sido un día para repetir jajaja
      Más besos mi niña.

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