miércoles, 18 de febrero de 2015

UN DOS TRES JAZZ

"El jazz no es una música sino una manera de tocarla" -Louis Armstrog-




Cuando acudimos la Jam Session ha dado comienzo hace más de una hora, tiempo suficiente para que el ambiente se haya ido azucarando. Los oyentes han ocupado casi la totalidad del aforo, junto a la chimenea un velador se ha quedado vacío nada más entrar nosotros, nos hacemos con él. Mientras nos atienden me familiarizo con el entorno. Primero echo un vistazo al conjunto sobre el escenario y me sorprende ver al músico que toca la corneta, no me resulta ajeno, me alegra que sea él y no otro, es bueno, aunque en aquella otra ocasión se afanaba al saxo. Cubano él, afincado en París por largo tiempo. El baterista también es el mismo de aquella vez en el otro bar, un tipo de baquetas chispeantes. Nos traen enseguida las bebidas y unas tapas. En la mesa de delante no cejan las miradas y sonrisas cómplices, me parecen una pareja de unos sesenta que esté comenzando el amor, así, el hombre le tiene la mano tomada sobre el regazo de ella. Esas manos unidas apenas rozándose, toda la energía de dos cuerpos confluyendo en unas manos. Se les ha acabado la bebida y retirado las copas vacías sin que se hayan percatado, no beben y no les importa, se tienen de las manos. Al fondo está más oscuro, junto a la barra. Distingo a un chico negro que se acoda en ella. Lleva unas rastas que se le disparan de la cabeza como a Espinete las púas. La música taladra suave cuánto toca. Hay varios grupos que comen y beben. Unos cuyos integrantes han girado sus sillas hacia el escenario, se dan al jazz meloso que mana de él. Otros que charlan entre sí en torno a la mesa. Salen y entran a escena los instrumentistas. Cuando no se les precisa cada cuál se acerca a una mesita reservada a dar un sorbo, se les ve relajados. Sentada en un sillón junto a la puerta hay una joven ensimismada en un ordenador portátil que tiene sobre las piernas. Aunque por separado ninguno de nosotros capta su atención, el conjunto le presta aliento en la noche. Cerca de ella hay una estantería con libros clasificados. Puedo leer los rótulos desde mi asiento, en un apartado dice comics, en otro cuento infantil, poesía, en otro narrativa. Reprimo el impulso de levantarme a por uno. La música sigue haciendo mudar los espíritus como una benefactora a la que todos amen. He reparado en una pareja mayor que presumo alemana. Visitados La Alhambra, Catedral, Albaicín, Sacromonte, qué sepa yo, deben haberse preguntado cómo suena el jazz en Granada. Este es un bar en un pueblo minúsculo al pie de una montaña enorme y nevada, este es el turismo que quieren hacer, buscar la esencia. Observo a esos dos forasteros y les admiro, ellos saben. No cesa la música. Afuera se ha metido la noche. Llueve. Es una lluvia delgada y silenciosa. Los vecinos se han aletargado en sus hogares luminosos. Bajo el bar, en el subsuelo, pasa un río. Uno de cauce delgado también. Pasa bajo la joven del ordenador. Bajo los amantes, los alemanes. Pasa bajo cada instrumento, corneta, guitarra. Pasa bajo la camarera y el muchacho con rastas. Bombos, platillos, bajo el piano, el saxo. Va arrastrándonos el río que pasa. Nos arrastra el río hacia el embudo de la noche. Allá, lejos.



Mejor con tu opinión, gracias.

11 comentarios:

  1. Una noche para enmarcar. Sólo falta (afortunadamente) la densa humareda del jazz, los cigarros chispeantes y Billie Holliday derrumbándose en su camerino. Besos

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    1. Pues sí, entiendo que la humareda de los cigarrillos resulte un estupendo atrezzo cinematográfico, literario, y para el caso muy proclive a los garitos de jazz, pero yo la quiero bien lejos de mí. Holliday derrumbándose en su camerino...? :)
      Un abrazo.

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  2. Sete. Dibujas con letras la escencia del Jazz.
    Tuve la fortuna cuando a los 13 años de edad,(ya llovió) había en el centro de San Francisco, California, sobre la calle Market un peculiar lugar que tocaba Jazz pero no servían alcohol, lo cual me daba acceso a ésa corta edad.
    El Jazz produce atmósferas emocionales y por éso es eterno. Besos.

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  3. A los trece Jazz, me gusta. Gracias por tus palabras.
    Un abrazo.

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  4. Sete, si al Jazz lo describen tus palabras, resulta sublime. Me gustó mucho. Un barazo

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    1. Querida Anna, muchas gracias.
      Un abrazo.


      Pd; debo decir que me ha resultado muy simpático tu saludo.

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  5. Un placer haberte encontrado ...placer leerte....
    abrazos alados

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  6. No podían imaginar aquellos músicos afroamericanos que más de un siglo después de sentar las bases de su estilo de hacer música, en una aldea de un país que seguramente desconocían, su herencia discurriría impregnando todo ese entorno que tan bien describes. Menos aún que te inspirarían este relato, lleno de swing.
    Besos musicales.

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  7. No podían. Tampoco Imperio Argentina que en Nueva Orleans, en los años treinta, tarareara nadie de por allí una copla suya. Pero ah el Jazz, pero ah el Swing...
    Un abrazo dominguero.

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  8. No suelo elegir el jazz como compañía musical, suele ponerme nervioso cuando es enlatado. Eso sí, escenas como las que describes si son de mi agrado. El ambiente de una jam en vivo, en el lugar adecuado, siempre es placentero. Mientras leía me estaba transportando a una noche vivida en Berlín en una pequeño sala de Jazz. Sigo

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