Me
preocupa y me cansa procesar el exceso de información con el que me
bombardean cada día. En qué sector de población encaje es lo de
menos; joven o jubilada, en activo o desempleada, casada, madre o
desemparejada, no importa; a donde quiera que vaya alguien tendrá un
mensaje para mí. Los que ejercen un mayor impacto son los mensajes u
órdenes que apelan a la autoestima;”Be free”; “Do it”o el
peor “Be one”, (sé único). Este tipo de publicidad en una
sociedad antropocéntrica y consumista deriva en un alto nivel de
estrés. Además de mí, en el mundo hay al menos otros 7.000 millones de
personas. ¿Cómo conseguiré ser única, diferente, mejor que todas
ellas…?
Hay
que tener en cuenta que hoy en día un individuo desvinculado de la
tv; teléfonos móviles, ordenadores, radios, periódicos, redes
sociales y otros, no existe en la vida de los demás. De toda la
información que me llega, mensajes auditivos, mensajes visuales y
mensajes subliminales, a mí lo que me gustaría es ser selectiva,
decidir por cuales de ellos me dejaré influenciar. Esto que digo
parece fácil de llevar a cabo pero ¿lo es?, porque, ¿a qué nivel
hay que situar el baremo? Esta última pregunta la encuentro
elemental, veamos. El mensaje que emite la sociedad actual es
contundente, “SÉ COMPETITIVO PARA SER COMPETENTE”.
“Sé
competitivo para…” Bien, vayamos por partes.
Ser
competitivo exige principalmente de dos premisas. Hay que estar a la
orden del día sobre lo que ocurre en el mundo (qué se vende; qué
se compra) para no ser un ignorante, y además hay que saber
manipular las últimas tecnologías para no ser un pardillo. Ambas
cosas le hacen a uno estar en la palestra. Ser un “ciudadano de
primera”, vamos. Paradójicamente, para la consecución de ambos
logros hay que estar bien informado; Ya tenemos un problema.
El
criterio de que me valgo para elegir la mayoría de productos que
consumo atiende en gran parte al poder de persuasión de su campaña
publicitaria. Pero cabe
preguntarse, ¿una mayor inversión en propaganda es garantía de
calidad? ¿o es solo significante del alto poder adquisitivo de la
compañía? Y esa capacidad financiera, ¿es la consecuencia de haber
ofertado primeramente un producto competente…?
El
otro día cuando elegía una marca de leche en el supermercado, un
señor a mi lado, señalando el brik con el dedo, me dice —¿ves
este “5” de aquí?, pues esta leche no la compro; indica el
número de veces que ha entrado en la fábrica para ser procesada de
nuevo, lo que significa que desde que salió de la vaca ha caducado
cuatro veces, seguro que con tanto viaje algunas vitaminas se han
apeado…fíjate en la marca, ¿no es “moco de pavo” eh?—. Se
me quedó cara de póquer…Este encuentro añadió dos datos más
que procesar, “TEN EN CUENTA EL NÚMERO QUE HAY EN LA LECHE” Y
“SELECCIONA LOS MENSAJES PUBLICITARIOS”.
Y
es que la cantidad de órdenes o mandatos es desbordante, fíjense si
no.
Alguna
vez me he sorprendido a mí misma diciendo: necesito otro vestido,
uno corto y azul marino. Bien, de cada cinco veces que digo frases de
este tipo, con toda probabilidad solo una de ellas lo necesite, las
demás veces solo es un deseo. ¡Ojo!. La palabra “desear” muta
con cierta frecuencia a “necesitar”.Esta mutación lingüística
es otra consecuencia nefasta de la actividad consumista.
Si
cuando entrara en la tienda buscando un vestido que sea corto y de
color azul marino, hubiera disponible solo dos vestidos de esas
características, al poco tiempo saldría de la tienda habiendo
comprado uno. Resulta que en la tienda hay dieciocho modelos de
vestido que se ajustan al perfil. De un modo inconsciente— al ver
las múltiples posibilidades— las expectativas de mi búsqueda se
disparan; ahora preciso un vestido corto de color azul marino que
además tenga el cuello camisero, las mangas japonesas y los botones
de nácar, de manera que ninguno de los que hay cumple con los
requisitos. ¿Satisfizo la amplia oferta al entregado consumidor? ¿O
ha padecido este de un exceso de información que bloqueó su
mecanismo de selección…?
La
sociedad moderna representa una gran incongruencia. Verán, no hace
mucho comentaba a una amiga que se me había estropeado la lavadora;
ella preguntó— ¿es una máquina vieja? Cuando le respondí que no
porque solo hacía seis años que la había comprado, ella dijo— es
vieja, Sete; las hacen con una corta durabilidad. Esto me hizo
enfurruñar. Cuando compré la lavadora creía que en muchos años
podría despreocuparme de tener que comprar otra nueva. Ahora
entiendo que no estaba pagando por una lavadora durable, sino por una
serie de prestaciones conforme a las últimas tendencias. Entonces,
¿hoy día no se puede comprar “durabilidad”? ¿Todo tiene que
estar sujeto a constante cambio…? Producir, consumir, desechar.
Producir, consumir, desechar…Dar tratamiento a todo ese fuselaje
doméstico implica una gran cantidad de energía, dinero y
contaminación medioambiental…justamente lo contrario a lo que se
pretende, ¿no?
"Oye,
sé respetuoso con el medio ambiente. Y mientras que vas al
contenedor azul, echa un ojo a este folleto: ¿contento con el pc que
compraste hace seis meses?; ya es un fósil, mira este otro…".
Quizá
al leer pueda pensarse que la solución pase por; <<Mantén un
pensamiento excluyente en favor de lo que te conviene.>>
Créanme,
lo haría…si no fuera porque estoy bloqueada por el exceso de
información...
Setefilla
Aaaaa, querida, eso es un mal que todos, o casi todos, conocemos.
ResponderEliminarSupongo que sabras lo del tema de la caducidad programada en los artículos informáticos. Si no lo sabes te puedo pasar algún video.
Tal vez si todo el mundo se pusiera de acuerdo para prescindir de ciertas cosas, o para reparar en otras, aunque en principio no pareciera práctico, a medio plazo no tebdrían más remedio que replantearse las cosas, pero somos muchos y la mayoría con el cerebro lavado, no tienes más que ver las colas que se forman cada cuatro días para adquirir el último Ipod de esos.
Desengrasemos: A ti cualquier largo o color de vestido te quedará perfecto, pero a mi me encantan blancos o rojos (rosas y de ese tono), y que sean de esos hasta los pies hechos con tejidos vaporosos que se cimbrean acompañando como una melodía el compas de las caderas.
Por cierto, preciosa, amas tanto Andalucía que creo que la has confundido con el mundo, jajaja. O eso o te has zampado tres ceros en el número de habitantes, ¡¡que no son rosquillas!!, jajaja.
Muuuuchos besos.
Felipe, me encanta verte por aquí, al fin asomas la cabeza en tu retiro jeje. Pues sí, estamos idiotizados por el consumismo y tal vez el precio a pagar, el definitivo, sea dejar en el camino los valores, las verdaderas prioridades en la vida, aquello que no es tangible.
ResponderEliminarOye gracias por el apunte numérico ja,ja,ja, quise decir siete mil millones, eres el primero que se ha percatado, se agradece, hombre, ya está arreglado.
Un placer verte por aquí,querido amigo.
Muchos besos