―¿Qué tal, Ramírez?
―Buenos días. ¿En qué puedo ayudarla?
―Quiero extraer doscientos, por favor. Aquí tienes la libreta. Espero que no te importe que te tutee. Me acabo de mudar a este barrio y, la verdad, solo he venido tres veces a esta sucursal pero, si tengo en cuenta lo de anoche…
―Le alabo el gusto. Es un buen barrio para vivir. Tiene de todo. Hace tiempo yo también estuve mirando pisos, intentaba alquilar uno por la zona, pero los precios tan elevados me hicieron desistir. Su DNI, por favor.
―Cómo no, aquí está. Ahora que lo mencionas resulta curioso que des tanta importancia al dinero, Ramírez, llevando puesto como llevabas `Imperial Majesty´, ciento cuarenta euros los cincuenta ml. Me gusta que cuidéis los detalles para estar conmigo. Tú te llevaste un nueve setenta y cinco. Sales muy bien parado.
―Disculpe señora ¿lo de anoche, Mayesty? No la comprendo.
―Qué despiste el mío, discúlpame, otra vez he vuelto a dar por hecho que vosotros estáis al corriente, claro, al ser ellos tan recreados y veraces… Ahora mismo te pongo en antecedentes. Verás, me viene ocurriendo desde hace algunos años. La cuestión es que reiteradamente tengo sueños con desconocidos. En realidad no lo son del todo, son hombres que se instalan en mi inconsciente por prestarme servicios varios, ¿entiendes?
―Bien, no tiene nada de extraordinario soñar con caras conocidas, el repartidor del butano, el agente de seguros, el cajero del súper, el dentista, sino que es algo que le ocurre a muchos, señora. Nosotros somos su banco, el mismo que vela por sus intereses y trabaja para superarse cada día, y poder así ofrecerle una mejora en su calidad de vida. Y dígame, cuál asunto nos reunía a usted y a mí en el lugar y fecha oníricos, si no es indiscreción. Nuestro Crédito Flexible para irse a Bora Bora, seguro.
―No, Rami. Hacíamos el amor. Todos los hombres que se meten en mis sueños cada noche hacen el amor conmigo como única actividad, también yo con ellos, claro está.
―Buenos días. ¿En qué puedo ayudarla?
―Quiero extraer doscientos, por favor. Aquí tienes la libreta. Espero que no te importe que te tutee. Me acabo de mudar a este barrio y, la verdad, solo he venido tres veces a esta sucursal pero, si tengo en cuenta lo de anoche…
―Le alabo el gusto. Es un buen barrio para vivir. Tiene de todo. Hace tiempo yo también estuve mirando pisos, intentaba alquilar uno por la zona, pero los precios tan elevados me hicieron desistir. Su DNI, por favor.
―Cómo no, aquí está. Ahora que lo mencionas resulta curioso que des tanta importancia al dinero, Ramírez, llevando puesto como llevabas `Imperial Majesty´, ciento cuarenta euros los cincuenta ml. Me gusta que cuidéis los detalles para estar conmigo. Tú te llevaste un nueve setenta y cinco. Sales muy bien parado.
―Disculpe señora ¿lo de anoche, Mayesty? No la comprendo.
―Qué despiste el mío, discúlpame, otra vez he vuelto a dar por hecho que vosotros estáis al corriente, claro, al ser ellos tan recreados y veraces… Ahora mismo te pongo en antecedentes. Verás, me viene ocurriendo desde hace algunos años. La cuestión es que reiteradamente tengo sueños con desconocidos. En realidad no lo son del todo, son hombres que se instalan en mi inconsciente por prestarme servicios varios, ¿entiendes?
―Bien, no tiene nada de extraordinario soñar con caras conocidas, el repartidor del butano, el agente de seguros, el cajero del súper, el dentista, sino que es algo que le ocurre a muchos, señora. Nosotros somos su banco, el mismo que vela por sus intereses y trabaja para superarse cada día, y poder así ofrecerle una mejora en su calidad de vida. Y dígame, cuál asunto nos reunía a usted y a mí en el lugar y fecha oníricos, si no es indiscreción. Nuestro Crédito Flexible para irse a Bora Bora, seguro.
―No, Rami. Hacíamos el amor. Todos los hombres que se meten en mis sueños cada noche hacen el amor conmigo como única actividad, también yo con ellos, claro está.
Oída la intimidad de la clienta, repentina e impropia como ella sola, espontáneamente Ramírez irrumpe en fuerte sudoración. En un movimiento reflejo del inconsciente mira hacia el despacho de su director de banca, siempre que se siente inseguro lo hace. Como suele, lo encuentra vigilando sus movimientos de soslayo, Ramírez advierte y maldice otra vez su gran parecido físico con Hitler, “si al menos se afeitara el estúpido bigote”. ―Los billetes, ¿los quiere de cien? ―titubea.―
―De cincuenta bastan, Rami. No vayas a creer que estoy enamorada de ti ni nada parecido, de hecho ninguno de estos espléndidos amantes míos, virtuales puede decirse, incluido tú, me resultan atractivos en la vigilia, no deja de ser curioso. Fíjate, hasta pongo en práctica diferentes ejercicios mentales desde que tengo estas experiencias.
―Para erradicarlas, naturalmente.
―Nada de eso. Para fomentar la sucesión. He observado que poner en conocimiento de fulano de tal mis retozos nocturnos conjuntamente con él, fomenta que se repitan. De ahí que haya hecho un top ten basado en las virtudes y defectos de mis hombres. Por cierto que encabezas la lista, campeón. Mis amigas se mueren de envidia.
Esta no es una clienta común sino una de esas capaz de descentrar mucho, no obstante el cajero mantiene una actitud profesional. No se debe tener en cuenta que se le haya caído el boli dos veces ya y que, en la última de ellas al incorporarse se haya golpeado la cabeza con el pico de la impresora, haciendo volar, por el efecto, los documentos organizados encima. El director se ha advertido de la escena y levantándose pega la nariz al cristal blindado, "a mí este me dura dos días".
Pese a los encomiables esfuerzos, Ramírez no puede desoír las últimas confidencias hechas por la mujer, en especial lo que refiere al puesto que ocupa en el ranking, como tampoco puede evitar echar un vistazo a la blusa de esta en la parte en que se abulta por dos veces. Ya sabe que en situaciones comprometidas el autocontrol no es lo suyo pero, sudando un poquito más realiza un último esfuerzo, la operación bancaria está aún por concluír.
―Aquí tiene su reintegro...Y no olvide que somos su vela, el mismo que banco por sus intereses y trabaja para superarse cada día, y nosotros así ofrecerle una vida en su calidad de mejora... ―repite aturdido―.
―Muchas gracias, Rami, eres muy eficiente y entregado, aunque eso ya lo sabía…Hasta la próxima.
Cruza la gran sala de la sucursal la clienta en dirección a la salida, ya junto a la puerta se gira para despedirse por segunda vez del cajero moviendo los deditos de la mano levantada. Desde la ventanilla Ramírez aprieta los labios y corresponde al gesto dedicándole una sonrisa de complicidad. La mirada de Hitler quema en la nuca.
Setefilla Almenara J
Mejor con tu opinión, gracias
Sete, este relato es muy original. Me ha gustado la vuelta que le has encontrado a la historia: por lo curiosa e imprevista. Porque creo que los lectores nos sorprendemos tanto como el pobre Ramirez, que no entiende nada y que luego al ver la cara del "Hitler" comprende menos o mejor dicho, comprende y no lo puede creer. Un aplauso por esta historia. Besos, mi amiga!
ResponderEliminarBee, no imaginas lo que me alegra tu comentario porque tengo dudas sobre esta "viñeta". Leo y releo y no se me disipan, jeje. Ha sido muy tranquilizador recibir un comentario positivo y además explicativo como el que me dejas. Hoy agradecimiento doble.
ResponderEliminarUn beso, linda.
Sete
Surrealismo y diversión a partes iguales. Imagino la escena y la cara se asombro del pobre Ramírez. Podría perféctamente ser una escena de un peli de Almodobar.
ResponderEliminarUna lectura para pasar un ratito agradable.
Un beso fuerte.
EL cine de Almodóbar no es de mi predilección, no obstante puede llamarme y entraremos en conversaciones, jeje.
EliminarEste es un relato sobre lo absurdo; surrealismo y diversión a partes iguales, ni yo lo hubiera dicho mejor, querido mío.
Te abrazo y te agradezco tu presencia.
Sete
escribes muy bien
ResponderEliminarTe agradezco la lectura y el comentario, Recomenzar.
EliminarUn saludo.
Setefilla
He hecho caso a tu invitación, he pasado, leído y disfrutado con tu espacio.
ResponderEliminarEn cuanto al relato estoy de acuerdo con Esteban, mientras leía me pareció un fragmento de alguna película del manchego por su disparatada situación.
Quizás y es mi opinión deberías fragmentarla para colgarla en el blog ya que a muchos un relato tan largo de leer no es atractivo o apetecible y de la otra manera queda enganchado para el desenlace.
Saludos desde Tenerife, cuando quieras tambien quedas invitada.
Pues muy satisfecha por que pasaras por aquí, leyeras, y disfrutaras, Gloria. Y muchas gracias por dejarme tu impresión y recomendación.
ResponderEliminarUn saludo para ti y tu bonita tierra.
Setefilla
Por supuesto, muchas.
ResponderEliminarSaludos
¡Muy diver, Sete!
ResponderEliminarMe ha gustado tu paseo por la arena y tu salida a hombros: te lo mereces. Una delicia leerte. Abrazos, Anna
¡Hey, Anna, me alegra verte! ¿Salir a hombros? No estoy segura. Amiga, solo sé que entré en el ruedo, hice la faena, y salí...jaja. Añadir que tras el comentario que dejé a Bee,(más arriba), hice algunos pocos cambios y ahora me parece que el relatillo ha ganado bastante.
EliminarPor cierto, sigo con dificultad para entrar en tu blog, o no carga la pág, o no aparece el apartado de comentarios, en fin, sigo intentándolo.
Gracias por venir.
¡Un besote!
Pasaba por aquí y...¡Vaya! Qué bonita foto de portada...
ResponderEliminarSin más, un beso fuerte.
Esteban.
Qué observador eres. Los que me visitan no suelen reparar en las fotos que voy poniendo en cabecera, y que son mías, pero tú pones el ojo en ell detalle. Mil gracias, guapetón.
EliminarUn besito
Qué buen relato, Setefilia, me hiciste sonreír y todo. Se lee de tirón y uno está ahí en la desfachatéz de la cliente y la tensión del pobre Rami con Hitler detrás. Buenísimo, che.
ResponderEliminarLa desfachatez de una frente a la tensión del otro, exacto, Silvio. Además si te hizo sonreír esta autora está satisfecha.
EliminarGracias por comentar. Besos.
Siempre me he querido vengar de los banqueros, aunque tu relato se lo haga pasar mal a un empleado no al ricachón, lo he disfrutado como tal. Un fuerte abrazo, Setefilla
ResponderEliminarVengémonos, sí.
EliminarGracias por comentar, amigo.
Abrazos.
Supremos instantes se tejen en la trama tan inteligente.
ResponderEliminarNos captura al colocarnos en la gloriosa dinámica de un relato cuyo centro es la posibilidad sublime que aparece ante un Ramírez quien además está envuelto en la desventaja de ser escrutinizado por el tiránico jefe de apariencia Hitleriana.
El momento de la despedida suspende a Ramírez en el anticlímax de no saber si llegará al momento celestial.
Gracias por compartir preciosa.BESOS.
Un comentario para enmarcar, amigo.
EliminarAbrazo agradecido.