Cuando al fin Hernán Wells logra
ver publicado su primer libro de cuentos le sobreviene una problemática aún
mayor que la de vérselas con aquellos personajes de sus historias a los que
debía dotar de alma. De la manera más estentórea, tiene que caer en la cuenta
de que hay que dedicar los libros a los lectores cuando estos lo solicitan.
Hernán duda si está preparado para esa faena, pero siempre tiene ocasión de
comprobar sus hipótesis. Fue durante una barbacoa que se le acercó el
catedrático aquel de Economía. No es Hernán amigo de las reuniones banales,
pero en esta ocasión el anfitrión le es querido y no es apropiado negarse. Con
una mano sujetaba el admirador un pedazo de chorizo braseado que estaba
pinchado en un palito, de la comisura izquierda le salía un reguero de grasa
que se precipitaba lentamente barbilla abajo, y con la otra mano que no corría
mejor suerte en cuanto a pringue, tenía el libro de cuentos de Hernán pillado
por la página número setenta y cuatro. El
bribón de Núñez es mi favorito, dice, y se dispone a leerle un párrafo en
voz alta. Habían sido presentados un rato antes el académico y el escritor, por
fortuna el encuentro se resolvió con un breve intercambio de saludos. Esta vez
no lo ve venir. Hernán Wells tiene la certeza de que vivir ignorando que hay
una clase de comportamiento ajustado a cada circunstancia le hace a uno
fracasar en los propósitos. También tiene la certeza de que si bien más tarde o
más temprano, esta regla se cumple siempre. Así que se quedó un momento
pensando en las tramas ocultas que habrían convertido a aquel hombre en
catedrático, y en lo improbable de que el erudito hubiera decidido acercarse de
conocer la animadversión que le suscita. Póngame
una dedicatoria, ¿quiere? Por la
acción de masticar y leer la grasa de la barbilla concluyó su recorrido en el
blancor de la camisa, donde ya había numerosos vestigios de la barbacoa. Por supuesto, permítame. Hojeó Hernán
Wells el volumen hasta la primera página, empuñó la Stephens que extrajo del bolsillo de su americana, y escribió.
-Es conveniente procurarse cada cierto tiempo un cretino, a fin de recordar quien no se es.-
Setefilla Almenara
Mejor con tu opinión, gracias.
Queridos amigos, comparto con ustedes un nuevo relato.
ResponderEliminarLes espero.
Sete.
Un nuevo relato y muy divertido, por cierto. Seguramente en lo que menos se piensa a la hora de escribir es que nuestro trabajo pueda terminar en las grasientas manos de un personaje como el coprotagonista de esta magnífica historia; genialmente retratado por ti. Genial también la ironía y elegancia de Wells en su dedicatoria al cretino.
ResponderEliminarBuena crónica, Sete, felicidades por tu trabajo.
Besos dedicados.
Wells es mi héroe, que diría Olivia. Muchas gracias por traerme ojo crítico, Esteban.
EliminarAbrazos.
No es por minimizar tus otras producciones, pero es en los relatos donde más me gustas.
ResponderEliminarBuen trabajo, Sete.
Un beso grande.
HD
Humberto, agradezco el apunte. Es muy satisfactorio saber que este relato tiene tu aprobación, maestro.
EliminarAbrazos.
GRANDIOSA GESTA!!!!!
ResponderEliminarUN ABRAZO
Pues es una alegría que te haya gustado esta lectura, Adolfo.
EliminarMuchas gracias por pasar.
Besos.
Sencillo, ameno y con un final a todo dar, guapa. Me gustó.
ResponderEliminarUn abrazo.
p.d.
"Hernán Wells tiene la certeza de que vivir ignorando que hay una clase de comportamiento ajustado a cada circunstancia, le hace a uno fracasar en los propósitos. "
En este fraseo me sobra la coma luego de circunstancia. Sé que te quedaría una oración un tanto larga, pero que de todos modos se masticaría sin complicaciones.
Me alegra que te haya gustado, Silvio.
ResponderEliminar(Y en lo referido a la coma, cierto, se lee mejor sin ella).
Muchas gracias por venir.
Besos.
Un relato que nos captura en la dinámica cotidiana,la grasa que escurre hacia la camisa nos trae memorias de las que nadie se ha salvado, al igual que verse sufriendo algún insoportable.
ResponderEliminarY se siente la presencia fuerte del libro que escribió y nosotros jamás leímos. Ahí vive la magia.
De gente pedante está el mundo lleno. Me pregunto ahora si en el caso de que un pedante se me acercara de esa guisa con mi libro en la mano, me atrevería a dedicarle una frase sarcástica...
EliminarMe encanta que atribuyas la palabra "magia" a este relato.
Besazo, gracias de nuevo.