Muy bonita, Sete. Muy bien compuesta. Lo que más llama la atención, por supuesto, es la luz y sobre todo el color. Maravillosa combinación de tres colores primordiales. Incluso el horizonte en diagonal la hace más vistosa porque hace que el motivo central respete la regla de los tercios. En definitiva, otra muestra de tu exquisito buen gusto. Te felicito.
Es cierto que uno es, entre tantas cosas, el paisaje donde ha vivido. El mío fue las grandes extensiones de viñedos dorándose al sol. De niño solía jugar entre los racimos de uva, el intenso sol, el agradable olor a caracoles (hoy ya no hay), el canto de la chicharra y el revoloteo de los tábanos. Después, hacia la media tarde, merendaba pan con chocolate en la terraza de mi casa. El canto frenético de las golondrinas tapaban el cielo azul. Volvían a los árboles de la rambla. Ese canto se me antojaba un poco triste porque me advertía que el día daba por finalizado. Aún hoy, cuando escucho el canto de las golondrinas me viene el sabor a pan y chocolate, y esa tristeza irremediable de que los días se van. No sé por qué te cuento esto, pero al ver esa fotografía incendiada de luz...
Muy bonita, Sete. Muy bien compuesta. Lo que más llama la atención, por supuesto, es la luz y sobre todo el color. Maravillosa combinación de tres colores primordiales.
ResponderEliminarIncluso el horizonte en diagonal la hace más vistosa porque hace que el motivo central respete la regla de los tercios.
En definitiva, otra muestra de tu exquisito buen gusto.
Te felicito.
Estimado Jordi, te agradezco una vez más la atención que prestas a mis publicaciones.
EliminarUn abrazo.
Sete.
Sete: No puedo ver tu creación, veo solo la imagen...
ResponderEliminarSupongo que esperas un poema cuando hablas de mi creación. Siento decepcionarte, mi creación es la foto que ves, Osvaldo.
EliminarUn beso.
Es cierto que uno es, entre tantas cosas, el paisaje donde ha vivido. El mío fue las grandes extensiones de viñedos dorándose al sol. De niño solía jugar entre los racimos de uva, el intenso sol, el agradable olor a caracoles (hoy ya no hay), el canto de la chicharra y el revoloteo de los tábanos. Después, hacia la media tarde, merendaba pan con chocolate en la terraza de mi casa. El canto frenético de las golondrinas tapaban el cielo azul. Volvían a los árboles de la rambla. Ese canto se me antojaba un poco triste porque me advertía que el día daba por finalizado. Aún hoy, cuando escucho el canto de las golondrinas me viene el sabor a pan y chocolate, y esa tristeza irremediable de que los días se van. No sé por qué te cuento esto, pero al ver esa fotografía incendiada de luz...
ResponderEliminarBesos, mi bella amiga.
Preciosa historia, amigo. Ay, aquellos días de la infancia, recordarlos trae una mezcolanza de alegría y pérdida.
EliminarUn abrazo, Francisco.
UFFFF, CASI COMO UN ESTALLIDO...!
ResponderEliminarBESOS
Me produce la misma sensación mirar el tallo fucsia.
EliminarGracias por venir.
Besotes.